La máxima más bella de la moral pura es: “cada uno para todos y todos para cada uno” que en buena medida equivale a morir para la ociosidad y la ambición.
La preparación del masón no se concreta solo a entender a los demás o entenderse a sí mismo, tampoco es solo el entender el mundo y su entorno, sino que va a trabajar para abatir la ociosidad.
A lo largo de los años va entendiendo que ha sido dotado de inteligencia para resolver los problemas que se le presentan al paso de los años y que conocemos como experiencia.